
Conceptos clave
Permiten reconocer la complejidad de las interacciones entre comunidades indígenas, territorios y los sistemas de valores, prácticas y conocimientos ancestrales que les sostienen. Cada uno de estos conceptos constituye un pilar esencial para entender las dinámicas de resiliencia, sostenibilidad y continuidad social y ecológica que caracterizan a los Territorios de Vida con los que trabajamos.

Sistemas Socioecológicos Ancestrales (SSA)
El estudio de las sistemas sociales y ecológicos como sistemas acoplados, complejos, dinámicos y no lineales (Folke et al., 2002) ha sido central para comprender y diseñar estrategias de adaptación en las últimas décadas. Estos esfuerzos se centran en el análisis de sistemas socioecológicos (2007; 2009; McGinnis & Ostrom, 2014 ) y sus ciclos adaptativos (Holling, 2001), enfocados en analizar holísticamente conceptos tales como resiliencia, adaptación y transiciones económicas, sociales y ambientales (UZEI, ISARA, James Hutton Institute and CREA, 2021). La evaluación de los SSE se centra en la comprensión de impulsores y barreras de adaptación, haciendo hincapié en el análisis de las relaciones, interacciones y retroalimentaciones entre componentes, y los resultados de adaptación (Berrouet, Machado & Villegas-Palacio, 2018).
Entendemos entonces los SSA Diversidad biológica, lingüística, científica, social y política de un territorio, completa e inseparable, conformada en un solo campo de acción, originado y determinado históricamente en adaptaciones milenarias entre Pueblos Indígenas y sus territorios.
Patrimonio Biocultural (PBC)
Entramado vivo e inseparable de saberes, prácticas, territorios y formas de vida que resguardan y regeneran las comunidades ancestrales (IIED et al., 2007; Boege, 2008). Este concepto reconoce que la diversidad biológica y la diversidad cultural son interdependientes, y que no puede pensarse la protección de la vida sin considerar las cosmovisiones, las dinámicas de gobernanza, las lenguas, los conocimientos fenológicos, los bienes comunes y las prácticas territoriales que sostienen a los pueblos (Lascurain-Rangel y González, 2022; AATI AM y CEMI, 2023).
Desde una mirada pluriepistémica, el patrimonio biocultural no es un recurso a administrar, sino un tejido de relaciones vivas entre seres humanos, otros seres vivos y las fuerzas de la naturaleza, custodio de la memoria ecológica y cultural que resiste frente a los procesos de colonialismo, extractivismo y despojo (Shiva, 2005; De la Cadena, 2015).
Defender y revitalizar los patrimonios bioculturales es afirmar la continuidad de mundos en donde la vida, la reciprocidad y el respeto a la Madre Tierra son el centro de la existencia.


Comunes Ancestrales (CA)
Bienes y servicios colectivos —territorios, aguas, semillas, saberes y prácticas de cuidado— gestionados por comunidades a través de instituciones consuetudinarias y formas de autogobierno que garantizan su acceso equitativo, sostenible y en reciprocidad con la vida. Su existencia refleja modos de vida basados en la interdependencia y en la protección de la diversidad biocultural, sosteniendo sistemas de resiliencia social y ecológica frente a la lógica de despojo moderno-colonial (Shiva, 2005; Santos y Meneses, 2014).
Son espacios de resistencia y regeneración que desafían la fragmentación capitalista y patriarcal, defendiendo modos de vida donde el cuidado, la memoria colectiva y la reciprocidad son centrales (Lugones, 2008; Federici, 2010). Fortalecer estos comunes no es solo un acto de conservación: es un acto de afirmación cultural, de continuidad de mundos, y de construcción de alternativas vitales que emergen de las raíces mismas de los pueblos (De la Cadena, 2015; Escobar, 2016).
Portadores de Conocimiento (PC)
Guardianes de los comunes ancestrales, cuyo saber encarna relaciones profundas de reciprocidad, cuidado y memoria con sus territorios. Lejos de una visión extractivista del conocimiento, ellos y ellas sostienen prácticas vivas que aseguran el resguardo, la protección y la regeneración de sistemas socioecológicos que de otro modo serían vulnerados o destruidos.
Su conocimiento no es acumulativo ni propiedad individual, sino tejido en comunidad, en diálogo constante con la tierra, los seres visibles e invisibles, y los ciclos de la vida (Lugones, 2008; Santos, 2010).
Estos saberes son formas insurgentes de existencia que resisten la lógica moderna-colonial-capitalista, y ofrecen otras maneras de habitar el mundo, basadas en el cuidado colectivo, el respeto a las diversidades de vida, y la interdependencia (Lugones, 2008; De la Cadena, 2015). Así, los portadores de conocimiento no solo transmiten información: sostienen mundos posibles y sistemas de vida que desafían el monocultivo del saber y de la vida (Escobar, 2016).
